Por: Andrea Jibaja

Es muy importante conocer y estar conscientes que como Padres, somos los primeros y principales formadores de nuestros niños y niñas. Nuestros hijos son el reflejo de  nuestra forma de actuar, reaccionar, desenvolvernos, superar obstáculos, lidiar con lo cotidiano, etc.

También, debemos reconocer que No hay una escuela para “Padres Perfectos”, ya que todos desde nuestros roles como Papá o Mamá hacemos y damos para ellos  lo mejor posible, de la misma forma en que nuestros Padres lo hicieron con nosotros.

Pero, qué tal, si empezamos a cambiar algo que las generaciones pasadas no reconocían, como importante en el desarrollo de nuestros niños, y que en la actualidad, gracias a varios estudios científicos se ha logrado determinar que:

• La mayoría de errores que cometemos en nuestra vida adulta, se debe a que no sabemos cómo manejar nuestras emociones.
• Entre el 70% y 80% del éxito de adulto, es el resultado de tu inteligencia emocional.
• Las personas con mayor Inteligencia Emocional, tienen bajos índices de ansiedad o depresión, son más estrategas para resolver sus problemas, piensan en menos cosas negativas, sienten al mundo menos amenazante, ante alguna adversidad se recuperan más rápido, entre otras.

Y aquí, es donde los invito a cuestionarnos un poquito ¿Qué sucede con las personas que tienen su Inteligencia emocional menos desarrollada? ¿A cuál grupo nos gustaría que pertenezcan nuestros hijos e hijas de adultos?

Efectivamente, y sin discusión queremos que sea parte de ese 80% de adultos exitosos, y no es ninguna misión imposible, difícil o costosa. Basta con tener la predisposición y compromiso de realizar varios cambios desde ahora que son pequeñitos, en la forma de crianza, otorgándoles herramientas para desarrollar su Inteligencia Emocional, la cual ocupa en nuestro cerebro el 80% sobre el 20% de la inteligencia racional.

“Un buen padre, vale más que una escuela con cien maestros”

Rousseau